viernes, 29 de marzo de 2013

Capítulo 2.- Mira lo que soy, soy lo que me dan.


Si me conoces bien, sabrás que nunca ha sido demasiado difícil hacerme feliz. Me gustan los pequeños detalles, sorprender y que me sorprendan.
No suelo confiar rápidamente en las personas y para llegar a hacerlo necesito hechos. Sin embargo una sola cosa puede hacer que en segundos la confianza se rompa, y una vez perdida nunca vuelvo a confiar en ese alguien. Me río en los momentos más serios y no se disimular una mentira, ni mi mal humor. Me enfado muy deprisa, aunque se me pasa rápido. No me rindo pase lo que pase, porque pienso que la esperanza es lo último que se pierde, supongo que por eso de pequeño solía decir que mi color preferido era el verde. Soy muy desordenado, pero me encanta el orden y dicen los que me conocen que a pesar de ser mayor, aún llevo dentro de mí un niño de quince años y medio. Me encanta reír hasta que me duela la tripa y hacer sonreír. Soy de ciencias y no se contar hasta 100 y, aunque creas conocerme, vivirás sin saber lo que te espera conmigo, soy impredecible. Mi paciencia puede parecer infinita pero en ocasiones, aunque pocas, se agota. No creo en los horóscopos, pero aun así los leo y podría contar mi vida uniendo casualidades. Soy cabezota. Normalmente actúo y luego pienso. Siempre fui una persona familiar, y sueño con ser padre . Me habría gustado vivir en otra época, por el tema del amor y no me gusta la palabra demasiado cuando se habla de este.
Me llamo Pablo, pero todos me conocen como Sairus. No soy como los demás pero tampoco quiero serlo.

martes, 12 de marzo de 2013

Capítulo 1.-De niño a niño mayor


De los abriles, el del medio de siete hermanos, normal tirando a bajito, y el único con un pequeño ápice de los gallegos ojos verdes de mi padre.

Veintiún  años por dentro, quince y medio por fuera. El gallego es guardia civil, por lo que no sé lo que es vivir en la misma casa más de 3 años, por no hablar de los mil colegios que he pisado. No dando tiempo a los que eran  mis tutores a llegar a conocerme siempre le decían a mi madre: “Tiene cabeza, puede hacer lo que quiera” aunque eso se lo deben de decir a todas.
He recorrido todo Valladolid de cuartel en cuartel como quien adivina el dibujo escondido uniendo los puntitos. Sin embargo el fatídico 28 de Julio de 2008 la noticia se grabó en mi cabeza a martillazos: “Me destinan a Segovia, se acabó Valladolid”
Diecisiete años y en plena adolescencia, con mi vida hecha en Valladolid me dediqué a maquinar mi muerte en Segovia. Empecé por los estudios, repetí segundo de bachillerato, y tras terminarlo me dediqué a perder un año tras otro, sin finalizar nada de aquello que emprendía.
“Da igual lo que haga o a quien conozca, tarde o temprano me voy a ir” y con ese pensamiento hice las cosas. No recuerdo bien cuando senté la cabeza, a lo mejor aún no lo he hecho, pero en el momento en que lo intenté, decidí recuperar de alguna manera el tiempo perdido, estudio a la vez que trabajo los fines de semana y me gusta tener la agenda bien apretada.
Odio perder el tiempo, perder un día me cabrea mucho, de esos cabreos que te agarras el pelo y chillas alguna palabra inexistente en el mundo de la naturaleza.