¿Podemos aprender a resistir la tentación?Pues parece que sí. Entrenar las capacidades cognitivas
pueda ayudar a resistir la tentación y sin efectos secundarios. El
alcohol es la droga psicoactiva más consumida en nuestro país. Así lo
dice la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España presentada a
principios de este año, y realizada en 2011-2012 sobre más de 22.000
personas entre 15 y 64 años. Según el informe, el 76.6% de los encuestados consume alcohol y un 10.2% lo hace a diario.
De forma notable, y especialmente entre los 20 y los 29 años, el 15.2%
consume alcohol en forma de atracón (4 ó 5 bebidas en un periodo de dos
horas), aunque es de destacar que las bebidas alcohólicas también son la
droga más consumida en la población laboral en otras franjas de edad.
El
consumo y abuso del alcohol es un tema de relevancia en cuanto a la
salud pública. Así, y considerando las estadísticas, no es de extrañar
que se busquen formas de prevenir el consumo de alcohol, especialmente
antes de los 16 años, edad media de comienzo de consumo, y que se
realicen esfuerzos para reducirlo una vez se ha iniciado. De forma
habitual suele utilizarse el tratamiento farmacológico y la psicoterapia, pero la investigación reciente podría añadir otras formas de reducir el consumo excesivo de alcohol.
Las
teorías recientes plantean que el consumo de alcohol vendría
determinado por procesos automáticos que generarían el impulso al
comportamiento de beber, y también por procesos controlados como la
inhibición de respuestas o la memoria de trabajo, que regularían los
impulsos automáticos. De ahí se deduce que un tipo de intervención
eficaz en la reducción del consumo de alcohol podría estar basada en la
reducción de esos procesos automáticos y el entrenamiento en procesos cognitivos de control.
En esta dirección apuntan los datos publicados en 2011 en la revista Drug and Alcohol Dependence
por dos grupos de investigación holandeses. En el estudio participaron
52 estudiantes clasificados como grandes consumidores de alcohol que
debían realizar una tarea go-no go en la que debían dar una respuesta
(go) o inhibirla (no go) ante dos letras distintas que aparecían
superpuestas sobre una fotografía de vasos de cerveza. Se observó que
los participantes asignados al grupo ‘beer no-go’, donde las fotos de
cerveza aparecían asociadas consistentemente con la inhibición de
respuesta, mostraban posteriormente una asociación más fuerte de las
imágenes de cerveza con atributos afectivos negativos como la tristeza, el aburrimiento, la desgracia, la depresión o lo desagradable.
Pero de forma más relevante aún, se observó que esos mismos estudiantes redujeron significativamente su consumo de alcohol en la semana posterior al estudio.
Concluyen los autores que el entrenamiento en control inhibitorio a
través de tareas cognitivas podría ser un suplemento a las
intervenciones que ya existen. El tiempo y más investigaciones lo dirán.
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