martes, 30 de abril de 2013

¡¡QUE TENDRA QUE VER EL TOCINO CON LA VELOCIDAD!

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-¡Profe, ese niño me ha pegado!
-Pues vete a jugar a otro sitio.
Quien no ha odiado a los profesores por respuestas como esa. Y es que cuando estamos en el colegio son para nosotros unos “cara de tortilla” Fingimos estar malos, cuando lo estábamos alargábamos la fase de convalecencia, temíamos sus negativos, sus “mañana examen sorpresa” “Fulano fuera de clase”...
Sin embargo pienso que la frase “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde” se la dedicaron a ellos, nuestros profesores.
Al igual que todo el mundo recordara a aquel profesor puñetero que “nos hizo la vida imposible” recordamos a aquellos que se dedicaron a enseñar a una clase de 25 niños, apostando por cada uno de ellos. 

Una profesora, de cuyo nombre no logro acordarme, me enseño matemáticas como nadie lo había hecho. La pirula la llamaban, famosa por suspender las matemáticas a todo el mundo y la mas odiada del jardín de adolescencia.
Yo soy de letras, me decía a mi mismo en un intento de esquivar las tan detestadas exactas, sin embargo, bien sabían mis padres que mi cabeza era de ciencias. No fue hasta aquel septiembre en que empecé segundo de la ESO, cuando, habiéndome tocado ella como profesora de matemáticas, la conocí realmente, a ella y a la materia que seguía impartiendo. No exagero al decir que por ella he llegado dónde estoy ahora.
Como esta historia, muchas mas con nombre propio sus protagonistas y con mella propia en mis recuerdos y mi vida. Hablo de Lina, Encarna, Avelina, Elena, Pablo, Teodoro, Idurre, Maria, La Pirula.

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